Video del Modelo de Industrialización Sustitutiva de Importaciones:
Para leer sobre esta etápa:
2.
El proceso de industrialización
La
etapa de la industrialización sustitutiva, como rasgo principal de
la actividad económica, puede
subdividirse
en tres períodos diferenciados:
1.
La industrialización «espontánea» (1930-1945).
2.
El proyecto industrializador peronista (1946-1955).
3.
La industrialización «desarrollista» (1955-1976).
Nuevamente
otra crisis, en este caso de origen externo, que se inicia en EEUU en
1929 y constituye el comienzo de un período de depresión económica
mundial que duraría casi una década, impacta en la Argentina. Fue
la crisis más profunda que padeció el capitalismo en su historia.
Este
proceso recesivo se caracterizó por una severa deflación en un
sentido amplio, dado que generó restricciones monetarias y
financieras, bajas de precios y salarios, y retroceso de las
actividades económicas. Fenómenos que se manifestaron a través de
reacciones en cadena, puesto que la caída de la producción
industrial indujo a una contracción de los mercados internacionales
y a una disminución de la demanda de materias primas, cuyos precios
bajaron acentuadamente. Los países productores de bienes primarios
redujeron las compras de maquinarias y manufacturas, al tiempo que
entraron en bancarrota o devaluaron sus monedas, ya que las deudas
asumidas con anterioridad no podían ser canceladas. Del mismo modo,
los países industriales debieron soportar la caída de los precios
de sus productos, aunque protegieron sus mercados con barreras
arancelarias o de otro tipo. No pudieron evitar, sin embargo, el
cierre de bancos y empresas, una creciente desocupación y
situaciones extremas de hambre y pobreza de gran parte de sus
poblaciones. Todo ello llevó a la quiebra del sistema multilateral
de comercio y pagos, incluyendo el patrón cambio oro, y dio lugar a
un retorno a los sistemas de preferencia imperial y a los convenios
bilaterales. La Argentina, que tenía una economía abierta al mundo,
sufrió de llenó ese impacto con una severa caída de sus
exportaciones y un amplio déficit en su balanza comercial, al no
poder prescindir de la importaciones de bienes industriales y de
muchos bienes de consumo masivo. El proceso de sustitución de
importaciones, que proyectó al sector industrial por sobre el
agropecuario e inició una nueva etapa en la historia económica
argentina, fue así en gran parte producto de la necesidad y no de la
voluntad política: había que hacer frente a la crisis económica
mundial que afectaba al país. Además, cuando esta etapa comienza a
desarrollarse con más fuerza, en los comienzos de la década de
1930, retorna al poder, mediante un golpe de estado cívico-militar,
la elite oligárquica que había gobernado hasta 1916. Entonces,
contra sus propias ideas imbuidas de liberalismo, los gobiernos
conservadores ponen en práctica una intervención creciente del
estado en la economía (control de cambios, juntas reguladoras,
proteccionismo, diversas medidas fiscales y financieras), que tienden
a paliar la situación pero, también, a salvaguardar sus propios
intereses, vinculados al sector agropecuario. Al mismo tiempo, el
país logra cierto margen de autonomía económica aunque se
mantienen los servicios de la deuda externa y se intenta conservar a
toda costa, a través del Pacto Roca-Runciman, el mercado británico
para la colocación de las carnes enfriadas, el negocio principal de
los terratenientes de la pampa húmeda, ahora en el poder político.
Hasta
esa época la industria había crecido al compás del resto de la
economía, pero subordinada al esquema agroexportador. En cambio, a
partir de los años 30, se convertirá en uno de los sectores
impulsores del crecimiento económico, facilitado por una importante
transformación en la estructura de la producción, que aceleró el
proceso de sustitución de importaciones. Los rubros más dinámicos
fueron las actividades relacionadas con insumos locales
(especialmente los textiles) y la metalurgia liviana. Este núcleo
incluye los sectores que podríamos denominar de «sustitución fácil
de importaciones», compuestas por bienes de consumo, que reducían
el peso del déficit comercial con el exterior, contribuían a
canalizar una porción de la renta agraria a través de inversiones
industriales y ofrecían una salida a la producción agropecuaria,
que hacía posible disminuir la dependencia de las fluctuaciones de
los mercados externos. La expansión de la industria textil
satisfacía la creciente demanda del mercado interno, permitiendo, al
mismo tiempo, el empleo como materia prima de lana y algodón
producidos localmente, cuyos mercados internacionales se encontraban
afectados por la crisis. El conjunto de ramas vinculadas al sector de
automotores se convirtió también en un factor de crecimiento. Si
bien la industria automotriz de la época era poco más que un taller
de ensamblado de partes importadas, estimulaba el desarrollo de la
producción de caucho para neumáticos, la industria de la
construcción relacionada con las carreteras y una pléyade de
pequeñas firmas familiares de producción de repuestos, actividades
que ganarían intensidad en el futuro inmediato. Otro sector cuya
aparición en escala importante data de esta época es el de
maquinarias y artefactos eléctricos, así como la producción de
electrodomésticos, cables y lámparas. En general, las ramas de
mayor crecimiento producían bienes de consumo finales, con mayor
intensidad en la utilización de mano de obra que en bienes de
capital. Las maquinarias y los insumos intermedios utilizados eran,
en una alta proporción, importados. De esta forma, comenzó a
perfilarse en esta época una característica que se acentuaría en
las décadas siguientes: el crecimiento de la producción impulsaba
un incremento de las importaciones, hecho que en el futuro
enfrentaría al país a serios problemas en la balanza de pagos. En
este marco, las ramas tradicionales vinculadas al modelo
agroexportador, como los productos agrícolas y ganaderos, crecieron
mucho más lentamente, perdiendo participación relativa en el PBI y,
en 1944, el PBI industrial superó por primera vez al PBI
agropecuario. Por otra parte, el PBI industrial se duplicó entre
1935 y 1939 y volvió a duplicarse durante la segunda guerra mundial
mientras crecían el número de establecimientos fabriles y la
cantidad de mano de obra ocupada en el sector.
Los
cambios en la composición de la estructura social, como consecuencia
de la ampliación de la masa de trabajadores industriales y urbanos
que trae este proceso de industrialización (a lo que contribuyeron
las migraciones internas del campo a las ciudades), y el vacío
político resultante de gobiernos apartados de los derechos y
aspiraciones de la ciudadanía (fraudulentos y represivos) dieron
lugar a la aparición de un fenómeno político nuevo, el peronismo,
que estimulará el desarrollo industrial sobre la base de la
participación social de los nuevos sectores sociales y de la
ampliación del mercado interno y tendrá conductas de una mayor
autonomía en el marco internacional.
La
industrialización promovida por el peronismo se diferenció de la
controlada por la oligarquía. En contraste con el carácter
excluyente de esta última, el primer gobierno peronista amplió el
mercado interno en función de tres elementos que existían antes de
la llegada al poder del peronismo y que contribuyeron a hacerla
viable en ese momento. En primer lugar, la creciente dicotomía entre
la expansión del mercado interno y el nivel de consumo de las masas.
En segundo término, la ausencia de leyes laborales que garantizasen
mejores condiciones de vida y de trabajo. Finalmente, el grado
importante de intervención del estado en la economía con la
consiguiente ampliación del aparato burocrático, que acrecentó su
papel no sólo político, sino también social. Factores que Perón
percibió, y constituyeron la base de su accionar político, y a los
que agregó la «sindicalización por arriba» del movimiento obrero.
Mientras que el primer partido popular, el radicalismo, surge
levantando las banderas de la democratización del sistema político
argentino, el peronismo nace planteando la necesidad de montar
mecanismos de justicia social que no existían, algunos de los cuales
habían sido propuestos por dirigentes socialistas y de otros
partidos en épocas anteriores, sin poderse aprobar o implementar por
el poder que tenían las fuerzas conservadoras en el Congreso y el
Poder Ejecutivo Nacional. No vamos a analizar exhaustivamente que
significó el peronismo desde el punto de vista político aunque
puede señalarse la existencia de un estado omnipresente y de un
partido político que pretendía representar a todos los sectores
sociales y minimizar a la oposición, sin impedirle participar en las
elecciones pero obstaculizando su accionar. Tampoco nos detendremos
en sus aciertos o errores, desde el punto de vista económico, con un
crecimiento fuerte en los primeros años de gobierno aunque con
políticas que se revelaron insuficientes para sostener el proceso de
industrialización, debiendo soportar una fuerte crisis entre 1950 y
1952 de la que costó salir. Sin embargo, varios aspectos no pueden
dejarse de mencionarse en el terreno económico y social. Entre
ellos, una apreciable mejora en la distribución de los ingresos,
llegando los asalariados a tener una participación del 50% del
ingreso nacional; la entrada en vigencia de una serie de leyes
sociales –jubilaciones y pensiones, aguinaldos, vacaciones pagas,
convenios colectivos de trabajo–; el otorgamiento de beneficios
diversos para los sectores de más bajos ingresos -construcción de
viviendas populares, hoteles sindicales, etc.; la transferencia de
ingresos, mediante una política crediticia y mecanismos
institucionales de manejo del comercio exterior, del sector agrario
al industrial; y un proceso de nacionalización de las empresas de
servicios públicos, sobre todo en los primeros años de gobierno.De
todos modos, pese que Perón fue reelegido por una amplia mayoría de
votos al termino de su primer mandato y se produjeron cambios en la
política económica que permitieron superar la crisis, en septiembre
de 1955, en el marco de un enfrentamiento creciente con la Iglesia
Católica y sectores opositores, el presidente se vio desplazado del
poder por un golpe de estado cívico-militar. Este hecho inauguró
una etapa de inestabilidad política en la Argentina que llevó
finalmente a la dictadura militar
de
1976.
Es
preciso destacar este punto, porque en todo el período que va de
mediados de los años 40 hasta mediados de los 70, el país creció
económicamente y la distribución del ingreso no empeoró en demasía
a pesar del diferente carácter de los distintos gobiernos que fueron
pasando, civiles y militares. Pero hubo una fuerte inestabilidad del
sistema político, que comenzó con la proscripción del peronismo.
Esto condujo, por un lado, a la radicalización de vastos sectores
populares, influenciados también por la revolución cubana y
movimientos contestatarios en otros países, y llevó, por otro, a un
endurecimiento de lo que llamamos el «partido de derecha», que se
expresaba a través de las fuerzas armadas. El gobierno desarrollista
de Frondizi tuvo cerca de 30 planteos o intentos de golpes de estado
antes de ser derrocado y, luego, el radical Illia, que presidía un
gobierno débil por las proscripciones políticas, cayó de la misma
manera en 1966. El peronismo volvió con el apoyo popular después de
que los militares dejaron el poder en 1973, pero entró pronto en
profundas contradicciones internas (en la que participaron grupos
armados de izquierda y sectores paramilitares de derecha), que se
agudizaron con la muerte de Perón y dificultaron una nueva salida
política.
En
este período de industrialización, no se vuelve a caer en el fuerte
endeudamiento externo de la etapa agroexprotadora pero sí en
repetidas crisis de la balanza de pagos, los conocidos ciclos de
stop-go,
como
consecuencia de los requerimientos del propio proceso de
industrialización que se contrapone
con
una estructura dependiente de las exportaciones agropecuarias. Los
ciclos económicos estaban ligados al mismo tiempo al mercado interno
y a los mercados externos. En la etapa de auge, ante el aumento de la
producción industrial vinculada al consumo local, se incrementaban
las importaciones, para comprar bienes de capital e insumos básicos,
y se reducían las exportaciones, por la mayor demanda interna
originada en la suba del salario real y de los niveles de ingresos.
Pero el déficit en la balanza comercial y la disminución de las
divisas llevaban a una devaluación que provocaba un aumento del
precio de los productos agrarios exportables y de lo insumos
importados. Todo esto se traducía en crisis del sector externo,
procesos inflacionarios y políticas monetarias restrictivas.
Basado
en el desarrollo del mercado interno y en las industrias livianas ese
proceso de industrialización fue cambiando en los años 50 y pasando
a otra etapa, con la creación de industrias básicas, el énfasis en
la necesidad de capitales externos y la necesidad de que el aumento
de los salarios esté ligado al incremento de la productividad. En su
etapa final se agrega también un tímido intento de exportación de
manufacturas. El gran problema en este período no fue principalmente
económico sino político, en particular por el hecho de que el
partido mayoritario, el peronismo, estaba proscrito y de que los
militares intervinieron permanentemente en la vida pública.Vemos,
por el contrario, desde el punto de vista económico, un proceso de
crecimiento importante, que entre 1945 y 1963 padeció diversas
crisis en la balanza de pagos y brotes inflacionarios, pero que
luego, entre 1964 y 1974, tuvo un período de ascenso ininterrumpido,
superando esos problemas cíclicos, con una tasa promedio del cerca
de 5% anual. Sin embargo, desde el punto de vista político lo que
se observa es una grave y seria inestabilidad que termina con el
golpe de estado de 1976, lo que de ninguna manera reflejaba el
agotamiento del proceso de industrialización.
Rapoport,
Mario “Mitos, etapas y crisis en la economía argentina”, Nación
- Región - Provincia en Argentina, 2007, No. 1
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